Este es un post que quería
escribirles hace tiempo. Como bien saben, el año pasado ¡me gradué de la
universidad! Si bien es cierto y tenía una carrera técnica, estar en la
universidad era un sueño que quería cumplir. Empecé a estudiar al poco tiempo
de casarme y después de un año y medio decidimos tener un bebé. Mi embarazo fue
de riesgo, lo cual implicó que dejara los estudios un tiempo, pero, con la
promesa de que cuando mi hijo tuviera un año lo retomaría y así fue.
No les voy a decir que fue fácil,
sería mentirles y vaya que sería una gran mentira. Es complicado, demanda
bastante sacrificio, esfuerzo (como todo ¿no?) y compromiso. Los últimos dos
años de la universidad prácticamente no dormía. En el día estaba con mi hijo,
en la noche me iba a la universidad y en la madrugada estudiaba, hacía los
trabajos, foros, o investigaciones.
Muchos fines de semana tenía
clases o reuniones de grupo, no habían feriados, ni domingos, ni cumpleaños, ni
días festivos, siempre había algo que hacer en la universidad. Las vacaciones
sólo duraban 15 días (a lo mucho 3 semanas en diciembre) y de vuelta al ruedo.
Fueron dos años bastante agotadores ya que no sólo tienes que seguirle el ritmo
a la universidad, sino también a los hijos, la familia y en muchos casos, al
trabajo. El cansancio, el ánimo y hasta las fuerzas flaquean varias veces y nos
da ganas de tirar la toalla, pero no
debemos hacerlo, debemos seguir, luchar por lo que queremos, continuar en
carrera.
Pasé varios días pensando e
imaginando cómo sería el día que me graduara, que sentiría al recoger el
diploma, salir y ver a mi hijo esperándome y les puedo jurar que lo que sentí
ese día no se comparó con ningún sueño, que la satisfacción fue increíble, mucho
más de lo que imaginé. Me sentía en las nubes, por eso hoy quiero decirles que SI se puede, que el esfuerzo vale la
pena, que cada noche de amanecida tiene sus frutos.
Si bien es cierto, nuestra vida
cambia para siempre desde el día que somos madres, pero no por eso dejamos de
ser mujeres, personas con sueños propios, ilusiones, metas y no vamos a ser más
o menos madres por dejar a nuestros hijos unas horas al día, al contrario, les
estamos enseñando a ir por nuestros sueños, a luchar hasta el final por
alcanzarlos, a no rendirnos y ser fieles a nosotros mismos. Ellos, sean grandes
o pequeños, aunque no lo crean, nos entienden y apoyan y es, precisamente de
ellos, que sale la fuerza que necesitamos para seguir en los momentos de
quiebre.
No dejes que nadie te diga que un
hijo trunca tu vida, que un hijo no te dejará estudiar o alcanzar tus metas,
que será un “estorbo” en tu carrera (por más feo que suene, hay gente que
utiliza esas palabras tan bruscas y sin sentido) porque NO es así, un hijo
siempre es el principio de una vida mejor, el motor que nos impulsa, quien saca
de nosotros nuestra mejor versión y nos anima cuando creemos que no podemos más.
Si recién estás empezando a
estudiar (o lo estás pensando), ya sea en la universidad o una especialización,
te deseo lo mejor del mundo, te mando muchas energías positivas y te recuerdo
que TU PUEDES, que eres fuerte y que los sueños se hacen realidad, en la medida
que luchemos por ellos.
Un beso,
¡Los quiero!

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