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Fuente Imagen: www.somosmultiples.es |
La fecha de mi siguiente consulta se acercaba y no sé si a ustedes les pasa lo mismo, pero a mí me dan unas ganas locas de que llegue el día y pueda verlo un ratito, aunque sea tan sólo a través de la ecografía, ver cuánto ha crecido, escuchar sus latidos, saber que está bien… Pero esta vez había algo más, la posibilidad de que me digan si era hombre o mujer.
Cuando salí embarazada de Luciano
estaba completamente segura que era hombre, digamos que el 6to sentido me lo
decía claramente, no había dudas en mí y
a decir verdad, no me imaginaba mi vida siendo mamá de una niña. Sin embargo, ahora sentía todo al revés, desde el embarazo, los síntomas, los
presentimientos… había algo que me animaba dentro de mí a hablarle como si
fuera una niña (así como cuando sabía que Lu era hombre), estaba segura que me
dirían que vendría otra yo en versión mini y recargada, a completar nuestra
familia y la sola idea, me hacía feliz.
Por el otro lado, mi esposo, más
precavido que yo, decía que no tenía preferencias, aunque sospecho que muy en
el fondo tenía la misma ilusión que yo en que llegara una niña. En cuanto a Luciano, el nunca dudó, supo
perfectamente lo que quería, le hablaba a su herman@ como si fuera hombre, estaba convencido que así sería y a quien le
diera la contra, le respondía (o corregía) sin inmutarse, diciendo: ¡Es
hermanito! Lo supo desde el primer
momento. Me asustaba por ratos esa
vehemencia con la que defendía que era hombre, me hacía pensar ¿y qué si fuera
mujer?... Hasta que un día, muy contento (como si entendiera lo que le
preocupaba a mamá) me dijo, “mami, si es hermanita la voy a querer mucho, pero créeme,
es hermanito” Resultado, mamá más asustada aún.
El día de la ecografía llegó,
Luciano miraba la pantalla donde se veía al bebé, al doctor y a nosotros con
cara de ¡se los dije! Aún antes de que el doctor dijera algo.
Le preguntó, aunque sólo para
confirmar, en el tono de quien sabe la
respuesta, “¿dotor, es hermanito o hermanita?” ¿tú qué quieres? preguntó el doctor. ¡Hermanito! dijo
sonriendo. Al rato, el doctor río
también, lo miró y sentenció… ¡ES HOMBRE! ¿Ya ven? ¡Se los dije!, comentó Luciano, sin poder ocultar la alegría enorme que sentía...
Durante unos pequeños minutos, me
quedé sin aire, mi sueño de princesas y castillos desapareció y caí en cuenta que
seguiré rodeada de trenes, carros, calzoncillos,
patadas, juegos bruscos y pedos por algunos años más…
El primer día, no les miento, me
costó asimilarlo un poco. Tal vez por la idea que, sin querer, me había hecho,
tal vez por la imagen que todo el mundo te vende de la familia feliz con la
parejita, tal vez porque tenía toda la ropa de mi sobrina heredada en el clóset
y había soñado con las falditas y vestiditos tan monos durante los últimos 4
meses. No lo sé. Ese día lloré, me sentí triste y me di permiso de sentirme
así. Aunque tenía mis momentos en los cuales
me requintaba diciéndome ¡Es tu hijo! ¿Qué estás pensando, mala madre?, ¡Cómo
puedes estar triste!
Al día siguiente estaba, como
cual resaca, mal, mal, mal… tenía un
cargo de conciencia espantoso, le hablaba a mi barriga pidiéndole perdón por
haberme entristecido tan egoístamente y de pronto, sin darme cuenta, me
encontré a mí misma sonriendo ante la idea de ser mamá de otro hombre. Pensando
en todo lo que se me venía, en las travesuras dobles que harán, las caídas, los
juegos, los alborotos, los vidrios rotos, los pelotazos en la sala, las peleas
por ordenar el cuarto ¡la complicidad
entre ellos! y me sentí fascinada. Sin parar de reírme, miré mi barriga una vez más y le dije: Sólo
les voy a pedir una cosa ¡Tengan piedad de su madre! jajajaja...
Ese día entendí que no había nada
más hermoso para mí en este momento, que la idea de estar rodeada de hombres se
hacía cada vez más atractiva y me llenaba de cosquillas el cuerpo… ¿por qué pensar que mi sueño de castillos y
princesas había desaparecido? cuando al contrario, un príncipe más llega a mi
castillo, a completar mi familia, a contribuir con nuestras aventuras y a
escribir nuestra propia historia, en la que tal vez, por qué no, algún día se
incorpore una princesa… u otro príncipe más... Ya que no importa si es hombre o mujer, se les ama con la misma intensidad y locura, con la misma emoción... vienen a llenarnos de una manera inexplicable, a hacernos ¡mucho más felices!
Bienvenido mi niño a mi vientre, a nuestro mundo, a nuestra familia...
¡Tu hermano, tu papá y yo, te esperamos con muchas ansias!
Un beso,
¡Los quiero!

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