Pero el otro día estaba en el
consultorio esperando que vacunen a Luciano y me topé con una escena que es el
motivo de este post. Había una niña, de más o menos 3 años, que no quería
entrar por nada del mundo al consultorio, le ofrecían dulces, juguetes, paseos
y nada, ella simplemente no quería entrar, estaba asustada. En ese momento su
mami le dice, sin ninguna mala intención claro, es más, creo que por la vergüenza
o el no saber qué hacer; No te preocupes amor, te prometo que esta vez no te va a doler nadita
(recordé todas las veces que mi mamá me dijo lo mismo), entonces la bebé aceptó
entrar, confiando en mamá, como si esas palabras le hubieran dado tranquilidad,
y ni bien pasaron 5 minutos se escucharon unos gritos que realmente eran
desgarradores, los dos niños que estaban afuera incluyendo mi hijo, se asustaron
y volví a recordar la escena en la clínica cuando nació Luciano y todas las
veces que mis amigas me han contado que sus hijos se privan en la clínica antes
de entrar a que, generalmente, los vacunen.
Soy de las que piensan que
siempre hay que decirles a nuestros hijos la verdad, sea cual sea, porque si
no, perdemos credibilidad, la cual es muy importante mantener a lo largo de los
años y también, por si fuera poco, sin darnos cuenta les enseñamos a mentir
para salir del paso o para lograr algo.
Ahora, les cuento mi experiencia
con Luciano cuando vamos al doctor, (acá recalco que lo más importante es que
le hablo todo el día de todo, así crea
que hay muchas cosas que no me va a entender, se las digo, eso es algo que me
ha ayudado siempre y el tema de las vacunas y el doctor no son la excepción J)… él juega en la sala
de espera, pinta, vemos revistas y si me
tengo que sentar en el suelo a contarle cuentos para distraerlo, lo hago, sin roche. Por lo que esperamos tranquilos afuera, sin llorar. No es
que sea un trabajo fácil, ojo, pero va mejorando con el tiempo, acá les detallo
mi estrategia jajaja… lo que he venido haciendo desde que nació y que aún continúo:
Primero, antes de salir de casa le
explico que vamos a ir al doctor. Acto seguido, le digo: te acuerdas quien es
el doctor, no? Y le comento que el trabajo del doctor es curarnos a todos para
que estemos sanos y podamos jugar mucho y lo que se me ocurra en el momento.
Segundo, cuando estamos en el
consultorio esperando, le digo: acuérdate que el doctor te va a revisar, te va
a poner una vacuna, eso te va a doler,
pero mami (y cuando papi puede ir con nosotros, le digo mami y papi) va a estar
contigo y te va a abrazar fuerte para que se te pase, y además voy a estar
agarrando tu mano y tú puedes apretarla fuerte si quieres y aquí le repito que
el doctor lo único que hace es cuidarlo para que no se enferme y pueda jugar
mucho.
Una vez que le ponen la vacuna y
llora, lo cargo, lo abrazo fuerte, fuerte y le digo: amor que valiente eres y muchas palabras bonitas… y cuando me
voy del consultorio, no lo hago sin antes decirle a Lu que se despida del
doctor y que le de la mano, que salga despidiéndose tranquilo, sin llorar. Si
sigue llorando, no salgo todavía, porque salir llorando hará que asocie el
dolor con el consultorio, así que espero un ratito, lo calmo, nos despedimos
del doctor, le agradezco por “curarlo” y salimos felices, casi todas las veces
con globo en mano.
Todo esto ¿qué es lo que logra? Que
cuando el doctor le ponga la vacuna, la cual SI duele de verdad, el no sienta que mami le mintió, sino sienta
que mami está ahí, que pasó lo que mami dijo que pasaría, que no fue nada
grave, y que estaba listo para afrontarlo. Los niños crecen seguros cuando saben
lo que va a pasar, mientras más certeza tengan de algo, más tranquilos estarán.
Eso se lo comenté a una gran amiga,
una de las que me animó a escribir este blog, hace ya algún tiempo atrás, cuando
me contó que su hija lloraba mucho y poco a poco, porque no es inmediato, fue dejando
de hacerlo, y ahora hasta le dice cuando termina: mami, cada vez soy más
valiente, verdad? J
No todos los bebés son iguales,
pero podemos intentarlo en casa si los peques lloran, las visitas al doctor no
tienen por qué ser feas, ni dar miedo, ni hacernos llorar a todos, porque
cuando nuestros peques lloran, también lo sentimos nosotras (y no solo el dolor sino la vergüenza de que nos haga un espectáculo entrando al consultorio, verdad?) El doctor puede
ser muy divertido, depende como les enseñemos a verlo, los juegos de doctores en casa también ayudan! :)
Ah! Y por favor, por nada del
mundo digamos: si te portas mal, llamo al doctor, jajajaja una vez me lo
dijeron a mí y hasta ahorita me dan miedo las inyecciones y los doctores!
jajaja
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